Claves: ¿Cuáles son las claves de esta poesía que
hoy y ahora nos disponemos a oír con el compromiso de ser interpelada por ella
en un futuro cercano (con el compromiso, der
engagement, en manera de libro)? ¿De una lectura en silencio de unas
palabras que se arroban para sí mismas todo el silencio de la luz? Nuestro tiempo nos obliga a tener una
relación silenciosa con la poesía, con el poema; nos obliga a la lectura
silenciosa del poema, a preservar en lo más hondo de la conciencia ese silencio
que de manera voluntaria guardan las palabras escritas, heridas profundas de la
existencia, inscripciones en el talón de Aquiles del ser; son hoy en día esas
palabras inscritas, rayadas, hendidas las que absorben esa poca luz de eso que
llamamos poesía. Aunque oigamos hoy, esta tarde, ahora mismo estas
revelaciones, más tarde tendremos que leerla para entrar en toda su dimensión
de absoluto. La poesía de Paloma Corrales es estigmatización pura: posiblemente
nos hallemos ante la última poesía teresiana, o la primera, pues si nunca hubo
una, debería haber a través de ella una. ¿Existió alguna vez esta tradición? ¿Y
que sería el teresianismo sino una mirada alucinada al mundo, al espacio, a la
extensión que significa el mundo, y este a la vez achicado o vivido
intensamente dentro de un cuerpo? Disociación de lo uno y lo otro en el cuerpo
carnal del poema: estigmas, cada poema intenta ser el salto místico del
estigma, de la señal que marca el estigma, y el poema mismo, como una
encarnación del yo disuelto en el mundo, un estigma en las palabras mismas
inscritas como heridas. Debemos prestar mucha atención, hoy y ahora a esta
poesía que Elsa Taube-Hünder va a hacer reverberar a través de su voz azul, la voz
que queda después de la tormenta; por esta voz quebrada y seca va a pasar el
agua de unas palabras que vienen de una fuente incierta, pero que es la fuente
de la trascendencia oscura. Cada poema de Elsa Tauber-Hünder (P.C) es un
estigma, una señal, una marca de la existencia hecha con luz en el muro del
ser: poesía teresiana. Las palabras de los palomares, o corrales aéreos de
Gotarrendura, corrales aéreos hechos de barro y paja, de mampostería. Corrales
circulares de mampostería con pequeños nichos para cada paloma, así queda
inscrito que cada poema es un nicho oscuro, donde hay una vela, una luz, o una
paloma iluminada en la noche. Hay que escuchar con atención a esta poeta,
ahora, hoy, en el momento en el que la voz rota de nuestra poeta lleve hacia el
aire el frágil poema a la vez roto del yo, las frágiles palabras, cuyo destino
son romperse de nuevo en la vida; de nuevo devueltas las palabras a la vida
para que de nuevo interpelen al otro, al que las oye o las lee. Estos poemas
son muy frágiles, a veces crujen por sí solos en el silencio y la oscuridad, a
veces son destellos de desesperación. De angustia en la misma alegría de la
vida; son hondamente celebratorios, quieren dejar constancia del ser en los
límites. Hoy y ahora en este momento en el que el poema marcará la cesura, la
grieta de luz en el aire, la línea de silencio tenso que va de una palabra a
otra, debemos escuchar y respirar como una piedra hasta ser participantes de la
comunicación con el mundo y la experiencia que se nos propone. Aligerémonos de
todo peso, abrámonos de toda oscuridad y escuchemos con los ojos cerrados en el
sol de cada poema que aquí y ahora será leído, mandado al aire con el propósito
de comunicar lo incomunicable, lo invisible. Así es la poesía de Paloma
Corrales, de Elsa taube-Hünder.
miguel ángel curiel, Talavera, finales de octubre de 2017
foto: oprisco