Foto: extraída de la red
Además de intuir el incomprensible
desierto de la ausencia
en el roce fugaz de tus camisas,
comienzo a comprender el dolor del silencio
que viaja en mis entrañas.
Yo quisiera volver a estremecerme
con la voz de la lluvia
y la audacia repleta de amapolas
rojas, con los fragmentos apacibles
de una tarde imprecisa que no volverá a ser,
con el amor que estrena cada instinto
sobre el azul del mar,
con lo inexplicable de la ternura
que tiene el pan crujiente en tus manos pequeñas.
Mas hay una certeza:
la sonrisa del pánico se enrosca
por todos los rincones de esta casa
que muere lentamente,
ahora somos huéspedes de lo desconocido..