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Me mantengo justo al borde,
soy gemido de oscuros intermedios,
siquiera sé si escribo o me reinvento
(estoy siendo sin saberlo),
tal vez la estatua del parque
me transmutó,
y busco pájaros ausentes y callados
en la vertical impuesta
donde la desnudez y la intemperie
no sean un preludio de tristeza.
Me visito huérfana,
despojada de tierra y agua clara
y el bronce que me habita inescrutable
se nutre de mi exacta soledad.
Permanezco en la inercia de los huecos,
el viento me rodea sin lenguaje
en la quietud infinita
que precede al sobresalto
de la piedra tallada sin costumbre,
y entonces, ya no sé si nací sola
o soy mi propia sombra equidistante.
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