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foto: extraída de la red
En sus ojos ternuras pedregosas,
espigas soñolientas,
mayúsculas de viento
y acaso un porvenir embalsamado,
un eco persistente en sus pisadas,
como un crujir de tiempo,
y un no sé qué viejísimo
que fragmenta su voz de soledades,
hoy quiso hacer balance de amuletos,
se acuerda de mañana
y permanece solo
(no hay mucho que contar),
tres libros de poemas, un sombrero
y un corazón cansado de pretéritos;
una fotografía de Lisboa
y un dolor siempre abierto.
En sus ojos un invierno de duelos.
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