"LABERINTO CARNAL"
de
ELVIRA DAUDET
Si queréis comprarlo pinchad aquí.
Tal y como se expresa en el etiquetado de abajo, no pretendo hacer una reseña sino el sencillo acto de compartir con vosotros una experiencia: la lectura de “Laberinto carnal” de Elvira Daudet.
Lo comencé a leer con avidez, era mucha el ansia de empaparme en unos versos tan esperados, sin embargo, en seguida me di cuenta de que no me iba a servir una lectura rápida. No es complicada la poesía de Elvira, pero sí de una profundidad deslumbrante y de una intensidad fuera de lo común, así que me preparé para una lectura más pausada.
El primer poema, “Palabras mortales”, presenta una visión del mundo que no por atroz es menos real, la poeta hace un recorrido desde el mismo instante de la Creación hasta nuestros días, en el que Dios está presente, sí, pero como sujeto pasivo o estatua y no por entrar en un tema religioso (que bien podría), no, más bien para preparar y concienciar al lector de que el ser humano es el único responsable de todas las barbaries de este mundo: “Cabalgaban los diablos victoriosos sobre alados corceles impacientes: el hambre/—arma blanda de probada eficacia— que asesina a seis niños por segundo; el Sida/—obscena peste de laboratorio— virus mortal que anida en los cuerpos amantes, (…)” . Después de este primer poema y ya despojada de toda superficialidad pude constatar en el libro un peso que antes no había sentido.
“Peces muertos” es casi una poética, Elvira Daudet poetiza la imposibilidad de abstraerse del mundo que la rodea, se muestra incapaz de dejar de sentir el dolor ajeno como propio, pero os garantizo que sus versos no corren el riesgo de ser “peces muertos”, más bien todo lo contrario, tienen un latido único que transgrede hasta lo más recóndito.
Fue en ese momento, tras la lectura de los dos primeros poemas, cuando supe que los poemas de Elvira me iban a leer, y no al revés, que iban a tocar todo el registro de emociones, el más conocido y el que trasfunde. Porque sí bien es cierto que en algunos poemas está ella misma sin ropa y sin adornos, en otros presta su desgarradora voz poética, y yo diría su corazón, a quienes sus ojos y su sensibilidad creen que más lo necesitan.
No quisiera extenderme, ni mucho menos comentaros todos los poemas, pero sí me gustaría dejar constancia de que he llorado, me he estremecido y me he conmovido hasta sentir cada poema como una vivencia personal, porque si algo tiene la poesía de Daudet es que se instala en el alma, aunque sólo sea para crear el conflicto de despertarla. Para mí habrá un antes y un después de este poemario y de la profunda huella que me ha dejado.
Son veintiún magníficos poemas que recorren el interior “laberíntico” del lector, como si te sometieses a una sesión de acupuntura o como si tuvieran una carga somática; te duelen, te pellizcan y te penetran como agujas. Llegan a la entraña porque desde la entraña están escritos y así lo escribe ella en el poema que cierra este imprescindible libro: “Escribo con cuchillo —escondido en el puño,/ en la inocente lengua, en la sesera—,/ hurgando sin piedad en las entrañas,/ como el preso que graba, con la sangre/ de sus venas abiertas como juncos,/ su obsesión en los muros de la celda,/ palabras deformadas que me explican.” Y eso es realmente lo que sucede con este poemario: te “abre en canal” para comprender un poco más la muerte, el amor, la política, la maternidad y la enfermedad, en definitiva, la vida y el mundo desde el punto de vista más humano, la vehemente humanidad de la propia poeta que se desborda en cada verso sin renunciar en ningún momento a la belleza que exige la poesía.
Nada más, sigo impresionada con la lectura de “Laberinto carnal” y creo que lo estaré durante mucho tiempo, ojalá supiera contaros con más detalle todo lo que me ha aportado, pero, sin duda alguna, lo mejor es que lo comprobéis vosotros mismos, arriba os dejo el enlace donde se puede comprar el libro.
.