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Ignoraba que un día los guijarros
serían su naufragio,
que la fuerza sostiene tanto como derrumba
y que una simple rana,
en su viscosidad, alcanza la medida
exacta de lo inédito,
por no saber, siquiera imaginaba
que detrás de un zumbido
hay otro, y después otro, y así infinitamente,
que las sombras son sombras
y los números soldados febriles,
que las vetas de mármol lloran siempre
espejos desnutridos,
y que el río, también es implacable;
no recuerdo su nombre,
apenas un dolor de pupitre confuso.
No tenía noción de lo cercano,
y sin embargo, nunca se alejó bastante.
[foto: noelia palafox]