Quería compartir con vosotros la maravillosa presentación
que hizo del runrún Elvira Daudet. Un privilegio de presentadora. Una gran poeta.
"En el último lustro la poesía de
Paloma Corrales se ha ahondado hasta llegar a la raíz esencial donde se encuentra el conocimiento de todo
aquello que no puede ser explicado por
la razón; es decir, el arte de las emociones: la poesía con mayúsculas. A la vez, la poeta ha alcanzado una brillantez y originalidad
estéticas que sería tan erróneo como
injusto mantener más tiempo silenciadas. A eso hemos sido convocados
hoy, a dar y tener noticia de un libro
inconfundible El runrún de las palabras, su primer libro, que sitúa a Corrales,
por derecho, en el panorama más interesante de la reciente poesía
española.
Este “runrún” de las palabras de
Paloma Corrales supone para mí una gran alegría: primero por la admirable
belleza del libro y segundo por una deuda de gratitud personal. Cuando, por
insistencia de mi hermano Jorge, llegué al enmarañado y para mí incomprensible
mundo de Internet y los blogs, que tantas satisfacciones me ha dado
después, hubo dos personas, José
Luis Zúñiga y Paloma Corrales, que me
acogieron fraternalmente, publicando algunos de mis poemas y presentándome a
sus lectores con exagerados elogios, como si se tratara de una mini campaña
electoral de Estados Unidos. Ya entonces me comprometí moralmente a presentar
su próximo libro, primero de Corrales.
Pude hacerlo, con una urgencia exasperante, con Ya tengo una bala en la cabeza,
de nuestro inolvidable Zúñi, que nos gastó la broma macabra de morirse pocos
días después para dar veracidad al título
de su libro.
Con Paloma fue todo lo contrario.
A la urgencia desesperada de Zuñi, Corrales oponía una lentitud incomprensible,
una resistencia que se me antojaba
desgana, totalmente ajena al ansia natural del poeta por dar a conocer su primer libro. Si le preguntaba cuándo iba a publicar su poemario, su respuesta
invariable era: ”No tengo prisa”. Tardé en comprender que su resistencia no era
debida a la falta de seguridad en sus poemas o al miedo escénico; era por
respeto al milagro vivo que tenía entre
las manos. La lentitud de Corrales recuerda
la parsimonia previa y cavilosa del cortador de diamantes al que han encomendado una piedra única, que antes de tallarla debe estudiar
despaciosa, meticulosamente, para no
desperdiciar ni una micra y sacarle todas las ventanas posibles de luz. El
artesano confía, como el poeta, que sean
estos puntos de luz, nacidos de su amorosa factura, su firma indeleble.
En los últimos años mi fuerza se
ha ido debilitando considerablemente,
haciéndome renunciar a presentar libros muy hermosos, algunos con
premios importantes, de queridos amigos. Sé que ya no estoy en condiciones de
hacer presentaciones brillantes que, con justeza, pongan de relieve las
excelencias del libro y den lucimiento al acto, como debe ser. Pero
nunca olvido una deuda contraída, sobre
todo si es de gratitud, y estoy contenta
de poder cumplir mi compromiso con Paloma Corrales en su entrada oficial a la
poesía. A vosotros, que me habéis visto envejecer, os corresponde ser
indulgentes si no estoy a la altura que el libro exige y vosotros merecéis.
A mí, que a lo largo de mi
extensa vida he leído miles de kilómetros de versos, la poesía de Paloma
Corrales me deleita y me entristece como la buena música; es bella, profunda,
sensual, elegante, y tiene estilo propio. Corrales comenzó a
escribir para salvarse de la agónica
soledad, la que todos nosotros
arrastramos como la cadena del perro que somos de los dioses, más la que
se impuso a sí misma, alejándose del ruido bullicioso de la vida como un
anacoreta, de los actos poéticos, e incluso de sus hijos. Una soledad tan solo
compensada por la lectura apasionada de
poesía y por sus propios versos.
Ella, tan vital, tan amorosa y
necesitada de amor, era inevitable que
dedicara gran parte de su poesía al tema amoroso. Y lo hace, en soledad, con la
mayor libertad y valentía, pero sin perder nunca la elegancia, rindiéndose y
entregándose al deseo por el cuerpo
amado ausente, siguiendo sus huellas en el
propio cuerpo. “porque te quedas/donde no alcanzo/ y me envuelves
despacio/ porque tuvimos lluvia con
poemas de Carver/ y nunca juntos/ porque
desciendes/ sobre mi pelvis/temblando…” Escribiendo consigue sacarle chispas al desamor, es el privilegio
de la poesía.
Esta mujer, dotada de una
sensibilidad poco común, se engolfó con la poesía y ha encontrado en ella el soplo de aire necesario para seguir viva,
es ese soplo el que da a sus versos
un delicado temblor. La poesía ha
sido también su razón de ser, su estímulo para inventarse “otra” de sus propios escombros, y crecerse
con coraje subvirtiendo la oscura
realidad y transformándola en aquello
deseado. Todos recordáis sus magníficas entrevistas a poetas, grandes o en proceso de crecimiento,
que nos dieron a todos un interesante panorama general del estado de la poesía
actual, trazando un mapa exacto de las diferentes poéticas que se hacen en Madrid. Lo que quizá
no sepáis es que no sólo no cobraba por su trabajo, sino que ponía su dinero para poder hacerlo.
Trabajaba por amor al arte, nunca mejor dicho. En cualquier otro país con
sensibilidad y amor a sus poetas su exhaustivo y documentado trabajo, poniendo
en valor a los poetas más interesantes del momento, fueran de barrio o de
salón, y haciéndolo con una frescura envidiable, habría llamado la atención de los grandes
medios fichándola de inmediato. Por supuesto, no en el nuestro. Tampoco era eso
lo que ella buscaba, Corrales quería aprender, robarle a la poesía el secreto,
quizá escondido entre los múltiples lenguajes de poetas tan diferentes.
LA VOZ
No es fácil para un poeta
conseguir la voz que le defina y personalice, haciéndole, si no único, al menos
diferente del resto de los poetas; a
veces es un proceso arduo que lleva años alcanzar. Lograrlo en un primer libro
es casi un prodigio; Corrales posee una voz poética singular y personalísima que queda manifiesta en este
Runrún. Quizá sea el “Don” que los
dioses regalan a algunos elegidos, como premio a su trabajo riguroso para dar cuerpo y expresividad al
lenguaje, amén de una lectura constante y bien digerida.
¿Dónde pone el poeta la mirada?,
¿qué pieza de la realidad le interesa capturar y hacer suya? El objetivo, el
corzo a cazar en la poesía de Corrales es la belleza, nada menos. Pero no la
belleza hueca de la figura de porcelana
con la que nuestras madres adornaron sus humildes hogares, sino con el
contenido vivo y desbordante de las emociones, de la amarga e inexorable experiencia del dolor. Para lograr darle forma al tumulto emocional ha
seguido conmovida la senda de los grandes poetas, estudiándolos con ahínco,
espiando su fórmula y, ya aprendida, borrando cuidadosamente sus huellas
para que la única música que salga de su afinado instrumento sea la
suya, sin ecos ajenos. En ese afán de
perfección lleva trabajando años,
cortando, podando los versos hasta dejarlos en la esencia desnuda, tiritando.
En pleno proceso de madura
lucidez, Paloma Corrales, en su ansiosa búsqueda del poema perfecto, le da
vueltas al acto fallido de la existencia, para alejarse de las ruinas y
trascenderlas. El fracaso de los sueños, la indeseable soledad, la dualidad
amor-desamor, o lo que es casi lo mismo, la lucha agónica entre el inflamado deseo y la mortecina realidad componen las líneas maestras de su
poética.
El runrún de las palabras, un
libro sabiamente estructurado, se divide en tres partes:
Fuimos, Restituir el llanto y Epílogo, unidas las tres por un elegante cordón
umbilical en verso.
1º) “El leve acercamiento de mis
manos era, dijiste, como el asombro de un pájaro que ha perdido su rama”
2º) “Inmersa en sus palabras se
le olvidó nadar. Ahora tiene musgo entre sus manos y peces en el pelo”
3º) “Todos corremos hacia el
mismo desnudo con distintas disciplinas. No hay excusas de tierra”
El libro se abre con un magnífico
poema que titula “este poema” y expresa en pocos versos lo que yo más arriba he
intentado explicar sobre su poesía:
este poema
en el andén más triste, un
pensamiento,
casi un soplo,
un murmullo de trenes que se
duelen
con frío de cordones desatados.
(escribo con asombro letra y
cauce,
cauce y sangre,
palabra, invierno y látigo,
y sigo sin saber que es poesía)
en el andén sin nombre, como una
prisa rota,
te espero y ya te has ido,
sin embargo
adopto una ternura de paraguas
para llorar la nada y todos sus
paréntesis.
en el andén más triste
concluyo este poema que avanza
soledades.
Leed y disfrutad este hermoso
libro.
Elvira Daudet"
Gracias, Elvira, infinitas gracias, por sentir y explorar así mi poesía y, sobre todo, por expresarlo de forma tan bella.
[foto: Andrea Andreu]
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