Creer que se puede explicar la
intimidad del proceso de escritura (especialmente en poesía) es un error, ni siquiera
el propio autor puede. Sin embargo el
gesto, la voz y la mirada complementan de alguna forma los versos. Eso es precisamente
lo que sucede cuando te acercas a Cecilia Quílez, al menos a mí me
ocurrió. Transmite serenidad, familiaridad, cercanía y hogar.
Ella transforma los
acontecimientos en experiencias y viceversa. Y además lo hace con una poesía
que envuelve con su carga de imágenes y su simbolismo. Su particular enfoque escruta el
interior y aún cuando conversa parece estar pensando más allá, como sumergida
en otras profundidades.
Estuvimos en su casa, en una
preciosa terraza con Gabriel (su perro), un vino y sus poemas:
En su blog un poco más de ella:
Gracias, Cecilia, por permitir esta pequeña invasión en tu universo. Fue un placer disfrutarte y escucharte. Muchísimas gracias.