Si fuera un accidente geográfico,
como decíamos en aquellos juegos en los
que sin saberlo ejercitábamos el arte de la metáfora, sería una catarata. Las
palabras le fluyen en cascada y con esa caudalosa e intensa verticalidad conversa
y escribe Carlos Salem.
Volvimos a los diablos azules porque Pilar
no sólo acoge la poesía por la noche, también se implica y una vez más, con la mejor de las
sonrisas, nos abrió las puertas por la mañana. Muchas gracias, Pilar.
Él, Carlos, a la hora de hacer poesía cree en la magia profunda
y sencilla de las palabras. No necesita nenúfares ni
alazanes para enfrentarse a los afectos y a la vida, simplemente oye el pulso
del agua en los grifos de cada día y se deja llevar:
Si queréis
seguir sus pasos:
Gracias, Carlos.
Un millón de gracias por dejarnos espiarte,
por tu cercanía, tu apasionada conversación y tus poemas.